No
recuerdo la primera vez que pisé Madrid. Supongo que fue en la estación de
Atocha hará, quizá, algo más de una década. Siempre supe, como todo lo demás,
que acabaría aquí. En cada viaje, en cada ojeada, en cada olor, en cada esquina
sabía que Madrid iba a ser mi compañera.
Dicen
que una ciudad como ésta es fría, gris, abrumadora, conflictiva e incluso
peligrosa. Dicen que Madrid siempre está abarrotada de gente, que una nube de
contaminación la arropa y que no se puede respirar. Dicen que la capital es individualista,
que si te pisan no te miran –y mucho menos se disculpan-, que siempre suenan
sirenas, que el tráfico es insoportable, que la vida aquí es… estresante.
Los
que dicen todo eso, que sepáis, mienten.
Yo
digo: Madrid es de un color diferente en cada paso, es multicultural y segura.
Yo digo: Madrid te abraza, te desplaza, te evade, te hace sentir, te impulsa,
te mece. Yo digo: una ciudad como esta merece que la vivas, al menos un día. Y
quien dice un día, dice un mes, un lustro, un siglo.
La
primera vez que pisé Madrid, supe que iba a ser mi compañera. A día de hoy, lo
es. Madrid ha cumplido mis sueños, me ha dado la mano y me ha empujado para
llevarlos a cabo. Madrid me ha presentado a tanta gente, me ha formado tanto y
me ha realizado tanto; me ha hecho soñar, me ha hecho caminar como nunca,
cerrar los ojos y disfrutar del sonido de un tren, del húmedo césped de un
parque señorial, de una fiesta inesperada, de un paseo en soledad –sí, aunque
no os lo creáis-, de leer por la calle mientras voy a la facultad. Madrid me ha
hecho sentir esas historias que aparecen en el cine, insólitas, me ha hecho
partícipe, protagonista o narradora, simple espectadora. Son cosas que sólo
pasan en Madrid. Y, Madrid, es lo que tú quieras que sea.
Yo
digo: Madrid es vivir.
0 sensanciones:
Publicar un comentario
Gracias,