Muchos la conocían, pero casi nadie la entendía del todo.
Decían que era como el número ‘pi’, ella misma se llamaba así.
‘La chica pi’ tenía por costumbre mirar folios en blanco
durante horas. A veces escribía en ellos una palabra, hacía un avión de papel y
lo lanzaba desde su ventana. Era muy buena haciéndolos y le encantaba verlos
alejarse volando. Soñaba que llegaban a sitios y que hacía feliz a la gente.
Los imaginaba entrando por ventanas, aterrizando sobre alguna cama e imaginaba
a alguien abriendo el avión y leyendo sus palabras. Pero el tiempo pasaba y
nunca supo de nadie que encontrase sus aviones. A veces, paseaba y los
encontraba abandonados en algún rincón de la ciudad arrugados o pisoteados.
Pasaron los años y ella perdió el interés por escribir, por
lanzar sus palabras al viento. Su romántica idea fue muriendo hasta casi
extinguirse.
Una mañana, cuando casi había olvidado ser ‘la chica pi’, un
avión entró en su ventana, aterrizando a sus pies. Su corazón se aceleró tanto
que podría haber volado agitando las manos. Cogió el avión temblorosa, lo abrió
y lo leyó:
“Llevo años lanzando aviones como el tuyo, ¡espero que algún
día te llegue uno! ¡Gracias!”.
[Una historia de M.C.N.].
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